— Una alma joven llena de inocencia, un alma perturbada dispuesta a todo, y un demonio preparado para destruirlos.
La doctora resumió su historia a la paciente, causando un poco de suspenso. Acomodó a la joven en la camilla y puso la luz directa sobre su rostro.
La paciente temía ir al dentista y no había forma de que pudieran atenderla tan fácilmente, entonces llegó a un acuerdo con la doctora. Le pidió que le contara una historia de terror, la cual le cause más miedo que los instrumentos odontológicos. Esta accedió con diversión, si era la única forma de realizar su trabajo en paz entonces lo haría.
— ¿Conoces al hada de los dientes? —su paciente movió los ojos en señal de afirmación, no podía moverse a causa de los instrumentos que sostenían su rostro y boca—. Bien, hay una leyenda donde dicen que el hada de los dientes no es tan buena como la pintan. Esto le sucedió a una joven hace mucho tiempo, pero no lo suficiente para poder olvidarlo.
Entonces la dentista comenzó su historia.
***
Hace unos años una feliz familia decidió mudarse a otro lugar y comenzar de cero. Los padres, el pequeño hijo y la hija más grande se mudaron a un pueblo alejado para escapar de la rutina y la caótica ciudad, pero las cosas no fueron como ellos esperaban.
Los lugareños no parecían muy amables, silenciosos y distantes no se dignaron a darles una bienvenida. Jamás sonreían o parecían hablar.
Aun así no se deprimieron y trataron de encajar en el lugar.
El padre era dentista y por alguna razón no encontraba trabajo en ese pueblo.
— No hay pacientes —explicó una tarde después de haber preguntado por todos lados—, nadie quiere o va a un dentista aquí.
— Eso es imposible, los dientes se caen o lastiman en algún momento —lo tranquilizó su mujer—. Ya lo conseguirás.
A los niños tampoco les iba bien en la escuela, los alumnos los ignoraban y las únicas veces que les dirigían la palabra era para amenazarlos de que allí era peligroso, que debían volver a su ciudad.
Ellos hablaron con sus padres, dijeron que no estaban seguros de querer quedarse, pero no les dieron importancia.
— Es porque somos nuevos, pronto nos aceptaran — la madre volvió a tranquilizarlos restando importancia al asunto.
La hija mayor fue la primera en comenzar a comportarse de forma extraña. Dejó de sonreír y apenas abría la boca para decir algo, usaba cubrebocas todo el tiempo con la excusa de que no quería enfermarse, y aunque dormía con la luz prendida tenía pesadillas, muchas pesadillas.
En sueños gritaba aterrada diciendo que una mujer quería robarle los dientes. Su padre creía que solo eran signos de la preocupación que sentía su hija porque él no conseguía trabajo, así que trató de tranquilizarla diciendo que todo estaría bien, y que nadie tocaría sus dientes si no era él.
Poco sabían ellos que nada estaría bien, y que solo empeoraría.
Todo se derrumbó cuando al hijo pequeño se le cayó un diente de leche. Los padres estaban muy felices por él y el niño festejaba porque el hada de los dientes vendría a verlo. Su hermana estaba horrorizada con la idea, y pidió a sus padres que por favor se deshicieran del diente para que nadie viniera a recogerlo, pero ellos solo dijeron que estaba paranoica y que no arruine la diversión del pequeño.
Esa misma noche el niño puso el diente bajo su almohada, y se fue a dormir emocionado por lo que encontraría a la mañana siguiente. Los padres también se durmieron y la única que se quedó despierta fue la joven. Ella fue testigo de las horribles cosas que sucedieron antes de que el sol volviera a salir.
Estaba en su cuarto con las luces encendidas, muerta de miedo porque sentía que algo malo iba a suceder. Las lamparas comenzaron a parpadear y empezó a sentir frío, como si todo el calor de la humanidad hubiera sido evaporado. Escuchó un susurro y pudo ver como algo se movía detrás de su puerta, intentando entrar.
Cubrió su boca con miedo y no hizo ningún sonido hasta que ese algo se alejó. No pudo sentirse aliviada por mucho tiempo, escuchó un grito espantoso proveniente del cuarto de su hermanito y sabía que había ido por él.
El hada de los dientes, esa entidad demoniaca, estaba tras el joven niño.
El terror la paralizó por un momento, sabía que la luz la mantendría a salvo, pero su familia estaba allí fuera. No pasó mucho para volver a oír otro grito agudo, esta vez de su madre. Tomó coraje para poder salir de su cuarto y enfrentarse a esa bestia que atacaba en la oscuridad.
El pasillo parecía un congelador, un silencio espectral gobernaba el lugar. Estaba tan oscuro que no veía aun si estiraba la mano frente a ella, y tuvo que prender la linterna del celular para poder ver.
Cuando se acercó al cuarto de sus padres sintió un ligero olor a podrido, pero no encontró nadie. Entonces fue al cuarto de su hermano al final del pasillo. La puerta estaba entre abierta y vio horrorizada como un líquido rojo oscuro salpicaba la madera, el olor a podrido se filtraba de ese lugar con mucha más fuerza y tuvo que cubrirse la nariz para entrar al cuarto.
Con cuidado abrió la puerta. Jamás olvidaría esa imagen, la atormentaría cada noche hasta el día en que se muera.
Los cuerpos de sus padres estaban desparramados en el piso, sangre brotaba de sus bocas como una fuente. Sus ojos abiertos y sin vida miraban a la nada con un horror grabado en su mirada.
Su pequeño hermano estaba sobre la cama cubierto de sangre, y sobre él había un ser sobrenatural consumiéndolo por completo.
El espectro parecía un fantasma, solo que sedas negras y andrajosas lo envolvían por completo. Tenía forma humana, pero sus extremidades eran mucho más largas y deformes. Un par de alas oscuras y rotas salían de su espalda, apenas sosteniéndolo en el aire.
Esa criatura estaba metiendo sus garras afiladas en el cuerpo sin vida de su hermano, quitándole los dientes. Arrancó uno por uno y se los metió en la boca llena de colmillos, sangre se derramaba por todos lados, la espectral tela negra se cubría de rojo.
No pudo contenerlo más y gritó de horror, captando la atención de esa hada maldita. El ser giró la cabeza de una forma antinatural y la vio allí parada, congelada del miedo. Soltó el cadáver del pequeño sin vida y se abalanzó contra ella...
***
— Y fin —dijo la dentista a su paciente, terminando de sacarle los aparatos.
Le indicó que se enjuagara la boca y la joven no pudo hablar hasta terminar de hacerlo.
— ¿Y qué sucede luego? ¡No puede terminar así! —demandó.
— Pues asi termina —dijo simplemente—, ya imaginaras lo que sucedió al final.
La joven lo pensó por un momento.
— Pero hay algo que no entiendo...
De pronto la luz se apagó dejándolas a oscuras. La dentista prendió la linterna de su celular e iluminó su rostro.
— Solo es un apagón, continua.
— Usted dijo... —estaba asustada por la oscuridad y le costaba hablar—. Entiendo lo del demonio, pero ¿qué tiene que ver el alma inocente y el alma perturbada que mencionó al principio?
El lugar se volvió silencioso, comenzó a sentirse un frío extraño y la joven empezó a temblar. Le preguntó a la doctora qué sucedía, pero esta solo se acercó mucho más la linterna del celular mientras daba unos pasos hacia atrás.
Su mirada parecía perdida, como si estuviera desconectada de este mundo.
— El alma inocente —señaló a su paciente—, el alma perturbada —se señaló a sí misma clavando una uña en su pecho, entonces miró hacia arriba a la oscuridad—. Y el demonio.
La joven gritó horrorizada cuando un espectro negro salió de la oscuridad, bajando sobre ella.
— ¿QUÉ ES ESA COSA?
La doctora comenzó a reír.
— Es el hada de los dientes —explicó—. Esa noche hice un pacto con ella. Me arrebató a mi familia, le quitó los dientes y los mató. Yo fui la última, justo cuando estaba por terminar con mi vida le rogué que me dejara vivir, y a cambio le entregaría más dientes.
La bestia se posó sobre la joven, sacó sus largas garra y antes de que pudiera gritar le arrancó la lengua. Entonces comenzó a quitar los dientes, uno por uno.
— Por supuesto también se llevó los míos —la dentista siguió hablando aunque ya nadie la escuchaba. Se bajó el barbijo, abrió la boca y se quitó la dentadura, agitándola ante el hada demoniaca. Luego volvió a ponérselos y subió el barbijo—, pero fue un sacrificio que estuve dispuesta a pagar con tal de mantenerme con vida. Cada cinco años ella viene a comer, y luego me deja en paz.
La joven paciente la miró con ojos suplicantes, la sangre brotaba de su boca y el hada la bebía con desesperación mientras arrancaba los dientes que quedaban.
En su mente rogaba que alguien la salvara, pero ya era demasiado tarde. Al final dio un último suspiro, se quedó inmóvil y todo rastro de vida desapareció de sus ojos.
El hada de los dientes soltó a su víctima y se acercó amenazante al otro ser humano que se encontraba en la habitación. La dentista la apuntó con la linterna del celular y el espectro retrocedió.
— Ya comiste, ¡ahora vete!
El hada de los dientes mostró su sonrisa ensangrentada, alargó sus largas y arañó la mejilla de la mujer.
— No... olvides... tú... lugar... —una voz estruendosa resonó en la cabeza de la mujer, el sonido provenía directamente desde el infierno. El monstruo no movía su boca, mostraba los colmillos como amenaza y hablaba directamente a su cabeza.
La mujer comenzó a arrojarle cosas en un ataque de locura, apuntaba la linterna con una mano mientras que con la otra arrojaba todo lo que encontraba a su paso. Con desesperación se arrancó el barbijo y mostró su brillante dentadura.
— ¡No tengo dientes, no puedes hacerme nada!
El espectro la tomó por el cuello, levantándola en el aire. Metió sus garras en la boca y le arrancó la dentadura.
— Los dientes... no son los únicos... que tienen... calcio.
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| "Consultorio de almas", ilustrado por L.A. Valdez. |

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